“Antes bien, renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con astucia, ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la verdad recomendándonos a toda conciencia humana delante de Dios” (2Co_4:2).
Hay tres áreas en las que las sectas quedan al descubierto como equivocadas en lo que respecta a la fe cristiana que ha sido una vez dada a los santos.
Hay otras características de las sectas de las cuales no sólo debemos ser conscientes, sino que también las debemos evitar cuidadosamente en nuestras propias asambleas cristianas.
Por ejemplo:
*Sus líderes construyen lo que podríamos llamar culto a la personalidad, presentándose a sí mismos como unos mesías o prodigios.
*Los hombres con carisma ejercen a menudo un control severo y autocrático sobre el pueblo, demandando sumisión y amenazando con medidas extremas de castigo si no obedecen.
*Con frecuencia afirman ser poseedores exclusivos de la verdad, haciendo declaraciones arrogantes acerca de sus distintivos doctrinales y critican a todos los otros grupos que no están de acuerdo.
*Algunos dicen combinar lo mejor de otras doctrinas para así tener la última palabra. Presumen que nadie puede ser plenamente feliz a menos que sea iniciado en sus misterios.
*Tratan de aislar a sus miembros de todos los demás maestros, de todo aquel que profesa ser creyente y de libros escritos por otros que no sean los de sus propios líderes.
*A menudo prescriben un estilo de vida legalista que viene a convertirse en un sistema de esclavitud.
*Igualan la santidad a ciertos rituales y observancias que los hombres pueden hacer por su propia fuerza y no por la vida divina.
*Explotan a la gente financieramente por medio de un sistema de astutas manipulaciones psicológicas. Los jefes viven en el esplendor y el lujo, mientras que sus seguidores son reducidos a la pobreza.
Muchas de las sectas son asaltantes de ovejas, que conducen ataques contra otras instituciones religiosas en vez de alcanzar a los que todavía están fuera de la iglesia.
Ponen demasiado énfasis sobre una doctrina o unas cuantas doctrinas, descuidando por completo áreas vitales de la revelación divina.
Tratan a aquellos que enseñan la verdad como enemigos. Por esta razón Pablo les preguntaba a los gálatas legalistas:
“¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?” (Gal_4:16).
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Es lamentable que algunas de estas actitudes o acciones se introduzcan en asambleas sanas, pero mientras estemos en el cuerpo, tenemos que guardarnos contra ellas celosamente.